Rodillas desnudas
Al tenor de una
Ciudad incendiada.
Bajo la ardiente
Esmeralda de primavera
A medio día.
Con la cruz palpitante
Y sus cimientos de tumba,
Y sus velorios a media tarde
En jardines eternos.
Un sol que enervese
Y un asfalto testigo de
Calles que se desploman
En miles de pequeños sinónimos
De besos,
Trozos inertes
De balas.
Es la primavera
Humeante que esconde
Dioses en los edificios públicos.
Rodillas azules
Y cortas faldas rojas
Con cuadritos que asemejan
Diamantes formaditos
Tal como fortuna de viejo
Avaro.
Cuelgan como apremiantes
Postales de refrigerador
Mostrando jubilosos destinos
Sus aretes,
Y con sus febriles
Risas se columpian
Acariciando canciones.
Balbuceando melodías.
Son los girasoles
Que se derriten
En las manos de mi mirada,
Y como chocolate perdido
Bañan mis uñas con su brisa.
.
Sus chalecos, sus brazos desnudos
Sus pequeños zapatitos negros
Y sus largas cabelleras
Que en armonía con sus núbiles pechos
En maza
Me perece una parvada de golondrinas
Que barnizan pirules
Con su polvo estelar
Sabor a licor de menta.
Son las colegialas vestidas
De claveles rojos,
Que sumergen la mano
En sus mochilas de mimbre
Y sustraen acuarelas y seda.
Sonrientes, pintan la ciudad a su gana
Y cualquier borracho es un torero
Y cualquier tornillero
Es un mancebo
Y cualquier cruz, una catedral.
A veces cuando nadie las ve,
Miran a ambos lados
De López Mateos
Suben sus faldas a la cadera
Y le pintan, orejas de osito
A su himen.
Después sonríen,
Dejando florecer
Sus labios violetas
Diseminando sus pétalos
Al más escurridizo
Corazón desvencijado.
Y así el perfume de sus cuellos
Riega las arterias de las vías
Y a los trenes les nacen
Azucenas
Y a las palomas ojos de fauno.
Y los profesores, los policías,
Los turistas de paso,
Los banqueros, los oficinistas
Los choferes de autobuses,
Los niños, los perros,
Los religiosos, las lesbianas,
Y todo aquel que voltee
Con todos sus sentidos
Se transforma en
Dieta de carroña, hambre de vampiro
Y finalmente,
NUBE DE CIGARRO EN LA NEBLINA