Evangelio del día, LUNES 22, MARZO, 2021
Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11
Reflexión del Evangelio de hoy
Aquel día se salvó una vida inocente
Las lecturas de hoy nos muestran a dos mujeres en situación de muchísima dificultad.
Comenzamos por acercarnos a la primera lectura que nos ofrece el relato de lo acontecido a Susana, mujer de Joaquín, judío muy respetado por el pueblo.
Nos daremos cuenta, al leerlo o escucharlo, de que estamos ante una de las lecturas más largas de las que se proclaman en la liturgia. ¡Y no se lee el texto del libro de Daniel en toda su extensión! Sin embargo es seguro que va a captar nuestra atención con más fuerza que la inmensa mayoría de los textos que escuchamos en la eucaristía.
Se diría que estamos ante un relato de suspense que podría servir como guion de una película. Pero la Palabra de Dios no está destinada a entretenernos sino a abrirnos los ojos, el entendimiento, el corazón, para hacernos cargo del mensaje que nos ofrece.
La historia es tan clara, los personajes están tan definidos, que es seguro que todos estamos con Susana y “contra” los dos ancianos. Ella es inocente, ellos viles, indecentes, mentirosos, corruptos…
Contra todo pronóstico se alcanza un “final feliz” y nos alegramos.
Pero me pregunto si no tenemos que hacernos alguna pregunta y buscar alguna respuesta que nos permita situarnos, como creyentes, del “lado de Dios”.
-. ¿Cuántas Susanas a lo largo de la historia, ayer y hoy, no han sido salvadas?
-. ¿Qué cultura hemos interiorizado y mantenido a lo largo de los siglos, que permite al varón disponer de la mujer, legislar de manera discriminatoria contra ella, oprimirla con todo tipo de abuso de poder… mientras contemplamos todo ello casi con naturalidad?
Los dos ancianos eran jueces, ostentaban la autoridad, podían “disponer” de la vida de las personas, y el pueblo parece no poner en duda su decisión, aunque les parezca increíble lo que están contando de Susana… que sólo se salvará de morir según la ley por una intervención extraordinaria de Dios a través de Daniel.
“Aquel día se salvó una vida inocente”.¿Cómo colaborar en la liberación de tantas mujeres, quizá cercanas, sometidas al poder injusto del varón?
Yo tampoco te condeno
En el evangelio de hoy Jesús da un salto mortal en relación con el texto de la primera lectura, para mostrarnos el rostro del Dios compasivo y misericordioso.
Su actitud es realmente “imperdonable” para los defensores de la Ley.
Aquí ya no se trata de una mujer inocente, sino de una mujer pecadora, adúltera (es curioso el silencio en este tema respecto al varón que “acompaña” a cada mujer). Los fariseos creen tener una ocasión de poner en un aprieto a Jesús y no tienen problema en utilizar para ello a una mujer sorprendida en adulterio.
Ellos argumentan desde “fuera”, desde la Ley, Jesús deja de lado la Ley para remitirles “adentro” y enfrentarlos consigo mismos. Y han de renunciar a tirar sus piedras, porque son pecadores como lo somos todos.
¡Qué momento indescriptible para la mujer que espera la muerte! El “yo tampoco te condeno” de Jesús la devuelve a una vida totalmente nueva, tras experimentar la compasión y la misericordia de Dios en su fragilidad y su pecado.
El texto deja muy claro que Jesús no está aprobando el adulterio (“Vete y no peques más”) sino mostrando el amor de Dios, que nos permite ir comprendiendo y eliminando de nuestras vidas aquellas conductas que nos hacen daño a nosotros mismos y a los demás. Pues no son otra cosa lo que llamamos mandamientos. Aunque a veces seamos tan simples como para caeren la tentación de pensar en un Dios dedicado a ponernos trabas, a exigirnos cosas que nos cuestan, pero que en el fondo no estarían mal. ¡Un Dios empeñado en impedirnos disfrutar de las buenas cosas de la vida, cuando lo que nos está ofreciendo es la posibilidad de descubrir las verdaderas buenas cosas de la vida!!
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