Miguel de Unamuno
A Miguel…
Hacía palomas blancas de papel
Que volaban desde Iberia al fin del mundo…
¡Unamuno Tercero!
(Fue el Cid el primero,
- Quijote el segundo).
Amante de una Dulcinea,
Ilusoria, también
(Patria, madre,
Idea
Y enamorada),
¡Era su defensor cuando nadie
Le defendía su honra amenazada!
Llamado por el resplandor de la ilusión,
Dejaba el Escorial donde vivía,
Y subía, subía,
A recostar en la hondura del paisaje,
El alma que, celoso, protegía.
Después, correspondido,
Volvía a la celda de ese nuestro hogar
Construido por Felipe Segundo
Con granito de la fe peninsular.
Y hablaba con Dios en castellano.
Le contaba la conmovedora agonía
De un espíritu católico, romano,
Dentro de un cuerpo hirviendo de herejía.
Hasta que la madrugada lo despertaba
De la noche sepulcral.
Y allá iba de nuevo el caballero andante
Desafiando
A cada gigante iracundo
Que impidiera pasar a su delirio.
¡Unamuno Tercero!
Murió loco.
Y su amor, aun siendo inmenso, fue poco
Para ensanchar el vientre de la Doncella.
- Miguel…
Hacía palomas blancas de papel,
Y guardaba la más pura en la solapa.
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