EL TREN
DE ANTONIO MACHADO
Yo, para todo viaje
?siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera?,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de dia, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresion serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
un Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
mas tu eres
materno,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
tus mejillas
?esas rosas amarillas?
fueron rosadas, y luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y solo luz...
¡Todas las mujeres bellas
resultaron, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la maquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
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